domingo, 5 de junio de 2011

Los Angeles una experiencia maravillosa


Estimado usuario, bienvenido a mi blogs, quiero compartir con ustedes la experiencia mas significativa de mi vida. Hoy le quiero decir que no estamos solos, siempre hay alguien en la tierra que nos acompaña y nos protege.
Una manada de angeles celestiales vienen obedeciendo las ordenes de DIOS para protegerte y cuidarte de todo peligro, ellos estimados amigos has estado conmigo en los mejores y peores momentos de mi vida, me devolvieron la oportunidad de seguir viviendo y seguir contemplando las marravillas de DIOS, en una sala de CUIDADOS INTESIVOS cuando segun los medicos ya no habia nada que hacer, el señor ya habia hecho su obra y envio a sus angeles del cielo a que interrumpieran ese sueño profundo en el que me encontraba y me hablaran diciendome que tenia que despertar, que tenia 3 hijas que cuidar; desde allí ellos no me han desamparado siempre que los invoco estan alli esperando la orden de DIOS para concederme lo que yo necesite. Te invito a vivir esta experiencia maravillosa, espero que lo disfruten.





La madre le dio el beso de buenas noches y se fue a terminar los quehaceres. La pequeña simulo estar dormida, pues quería continuar contemplando la noche. De pronto sus ojitos inundados de sueño se comenzaron a cerrar...
Repentinamente tras la ventana se escucho una graciosa risita, Emilia se acerco a ver lo que ocurría, y grande fue su sorpresa al ver que se trataba de un angelito que jugueteaban en su jardín, quien al verla se acerco amistosamente; ella abrió la ventana.
-¿Por qué no te has ido a dormir? – pregunto la pequeña.
El ángel, con aún un poco de risa en el rostro, le hizo un gesto para que hablara más bajo, mientras se acomodaba en el umbral de la ventana.
- Porque no tengo sueño- dijo simplemente el ángel.
- Yo tampoco tengo sueño, dijo la pequeña, trepándose en su sillita para no estar en puntillas.
- Si quieres yo te ayudo a dormir- ofreció amablemente el ángel.
Emilia acepto, mientras volvía a su cama cubriéndose con la tapa.
- Tu vives en el cielo verdad- pregunto mientras el ángel se sentaba a los pies de la cama-
- Mmm… si vivo en el cielo…
- Entonces de debes saber porque hay tantas estrellas allá arriba.
- ¿Estrellas?, no son estrellas- dijo él mientras se acomodaba las alitas.
- ¿Entonces?
- Son lámparas… es que nosotros cuando nos vamos a dormir las encendemos para poder ver mejor hacia la tierra… cada uno tiene la suya- Emilia escuchaba con atención mientras el ángel continuaba –aunque el otro día regale la mía… se la di una pareja que observaba la noche, hubieras visto como gritaban… ¡una estrella fugaz!, fue muy lindo.
- ¿Y cómo te iluminas ahora?
- Eso es lo de menos… siempre nos van llegando lamparitas nuevas.
Emilia se acomodaba entre la tapa, mientras escuchaba con mucha atención al pequeño angelito.
- Antes de dormirme una última pregunta…
- Dime- dijo el ángel –pero luego te duermes.
- ¿Es verdad que a ustedes los angelitos les gusta pintar?
- ¿Por qué lo preguntas? – dijo sorprendido el ángel.
- No lo sé… parece que lo escuche una vez a un pariente tuyo…
El ángel sonrió.
- Es verdad –confeso el amistoso ser –nos encanta pintar… tenemos muchas acuarelas de distintos colores, y, ¿Te cuento un secreto?, lo que más nos gusta es derramarlas por el cielo, lo hacemos casi todas las tardes. Vieras lo entretenido que es!
- ¿Y cómo limpian después?
- Es que después, cuando terminamos de jugar, lavamos el cielo… le echamos agua y pasamos y un paño. La gente de la tierra le dice a esto “lluvia”. Y luego nos vamos a sentar un rato a las nubes a esperar a que se seque. Por cierto, las nubes son mucho más blandas que estas cosas –dijo tocando la cama –yo no podría dormir aquí –dijo mirando a la pequeña niña.
Emilia estaba con los ojitos cerrados abrazada a un cojín de toalla. Se había dormido.

Al día siguiente cuando se encontraban Emilia con sus padres paseando por la plaza, la pequeña miro al cielo, no pudiendo ocultar su sorpresa
- ¡¡ Mira papá!! los angelitos están jugando con sus acuarelas.
Los padres miraron al cielo y no vieron más que el sol ocultándose y un atardecer cargado de colores.

























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